domingo, 5 de marzo de 2017

PERMITIDME UNAS PALABRAS,...


 
Permitidme que pueda dirigiros unas palabras, aunque más que palabras, son un cúmulo de sentimientos. Y disculpad mi torpeza al reflejar estas emociones en un texto escrito, puesto que, los que ya me conocéis, sabréis que no soy muy dado a proyectar lo que siento. Ni tampoco soy muy diestro en expresarlo.

El pasado viernes viví, o mejor dicho sentí, todo un cúmulo de acontecimientos, que intentaré relataros. Y espero que no fuese el único en vivirlo de esta manera.

Se había creado mucha emotividad y esfuerzo alrededor del Viacrucis que Nuestra Sagrada Imagen iba a realizar el viernes, 3 de marzo. Y las inclemencias meteorológicas no eran las más apropiadas para llevarlo a cabo.

Todo ello llevó a la toma de una decisión, que, aunque dolorosa, era la única aceptable para todos. Y ya conocemos cual fue. Todo ello derivó en un cúmulo de sentimientos, de frustración, de digamos…dolor, que floreció en lágrimas que brotaban de tantos y tantos rostros compungidos por la tristeza, y al fondo se escuchaba una voz rota, comunicando lo decidido por la Junta de Gobierno.

Y comenzó el Santo Viacrucis…

Como no, aquellas que habían recibido a Nuestra Madre, como si de su antiguo hogar se tratase, dieron comienzo al camino de Jesús en su Calvario, en presencia de su Madre, inmersa en la más oscura SOLEDAD, como bien supo captar Andrea en su magnífica obra.

Y de repente… Un murmullo surgía desde el exterior, y este se fue transformando en voces, si en un coro de voces celestiales, como si de ángeles bajados del cielo se tratara, comenzaron a cambiar la textura de mi piel, hecho este que no cambiaría hasta el final del acto, aunque aún me vuelve a suceder cuando lo recuerdo.

Y miré a mi alrededor, y todo se estaba transformando. Aquellos ojos tristes, comenzaron a transformarse, en extrañados primeros, como preguntándose que estaba ocurriendo.

Y el tiempo no discurría… solo los hechos se sucedían, uno detrás de otro.

Y entonces lo comprendí… ¿SOLEDAD? Sagrado Nombre que no indicaba la realidad, ¿¿SOLEDAD??. ¡¡NUNCA!! Tantos, y tantos corazones estaban allí, dispuestos a compartir ese sentimiento que tan fielmente plasmó Andrea. Y observé como entre coros angelicales, miradas, y más miradas se dirían siempre hacia Ella, miradas enamoradas, miradas llenas de ese inocente y puro amor hacia una Madre. Y entonces, la miré a Ella, Y observé la serenidad de su rostro, y vi un brillo especial en sus hermosos y profundos ojos… Y ahí lo supe, supe que Ella lo sabía, que se sabía amada, amada inmensamente por tantas y tantas almas Soleanas. Y sabía que nunca más llevaría su pesar en SOLEDAD.

D. Miguel Pérez Parreño (Directivo)


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